En mi opinión es evidente que los clientes ansían hacer negocios con empresas basadas en las relaciones que los mimen y consientan,
les gustan que les sonrían. Aprecian las notas de agradecimiento. Y los buenos
asesores quieren trabajar para firmas que valoran las relaciones. Estas empresas
son más exitosas que las demás porque las
ventas basadas en la relaciones
inevitablemente generan mayor productividad y altas utilidades. En una empresa
basada en las relaciones, es mucho más divertido ir a trabajar todos los días. Y a quien no le gusta
trabajar para una empresa cuando la relación con el cliente empieza desde la buena
relación y trato con el empleado. La organización centrada en el cliente significa
que todos los miembros del equipo vendan con pasión y entusiasmo, con el fin de
desarrollar relaciones leales a largo plazo con ellos. Esas son las
claves; pasión y entusiasmo en toda la empresa y relaciones a largo plazo. Esta
construcción de relaciones centradas en el cliente en todas las áreas de la
organización es lo que los gurús del
marketing denominan marketing de relaciones. La pasión, en especial, es algo en
lo que creo de corazón. Supongo que podría decirse que me apasiona la pasión.
Conocer, escuchar y preocuparse por el cliente, acercarse tanto a éste y que sea más importante que cualquier otra
cosa es lo que enaltece a las grandes empresas por más pequeña que esta sea.
Con el tiempo, en una cultura basada en el cliente se desarrolla una relación
personal y profesional única entre el
negocio y su mercado objetivo; es una
lealtad que se debe construir con base en la confianza, una vez se entabla la
relación con ellos, éstos se convierten
en amigos nuestros. No quiero decir que
todos los clientes son como un verdadero mejor amigo dispuesto a confiar sus secretos más
hondos ni que los invitaríamos a disfrutar unas vacaciones con nosotros. Eso
sería un poco extraño (aunque algunos clientes sí terminan siendo amigos así de cercanos). Por amigo me
refiero a alguien que confía en uno y
disfruta su compañía. La diferencia es llegar a conocerlos mejor que a un
cliente tradicional, y también ellos conocernos a nosotros mejor.
¿Por qué es tan importante esta
cultura? Porque creo que en el último decenio el comercio en general ha
experimentado un cambio fundamental en el pensamiento y comportamiento; hace algunos
unos años un cliente entraba a un
establecimiento compraba algo y fin de la venta, hoy ya no sucede lo mismo
tenemos que asesorarlo de la mejor manera y lograr que vuelva a realizar la
compra.
DE REACTIVO A PROACTIVO. Aún recuerdo que en los años setenta y comienzos
de los ochenta, los asesores comerciales, vendedores aguardaban
pasivamente a que la gente entrara a la
tienda o almacén. Uno esperaba y reaccionaba: ¿Le puedo ayudar? Y lo hacíamos.
Pero eso ya no funciona. Ahora es preciso ser proactivo. No puedo aguardar sin
hacer nada hasta que alguien entre por la puerta. Hay que emprender acciones
que insten a los clientes a atravesar el umbral. En otras palabras hay que
iniciar la venta no simplemente complementarla.
DE TRANSACCIONES A RELACIONES. Hace años todo se basaba en
transacciones. La interacción con el cliente
comenzaba y terminaba con la transacción. Supongamos que el cliente llegaba a
un almacén, compraba dos trajes, cuatro camisas blancas y un par de corbatas,
una de rayas y otra de color. No había quejas.
Era una buena venta y el vendedor se ganaba una buena comisión. Final del
asunto. Uno no tenía ni idea de qué pensaba
hacer esa persona con esos dos trajes y esas camisas, y no era que no le
importara, sino que no se le ocurría preguntarle al cliente. Hoy en día no
basta con hacer una venta. Tenemos que preguntarle al cliente para que piensa
usar esos nuevos trajes y con eso poder determinar qué tipo de vestido, de material, de
color y de modelo le quedará bien. Muchas
veces sabemos mucho más que él sobre el
tipo de prendas que debe usar para
sentirse bien vestido en un escenario empresarial o social. Si viaja mucho el
material debería ser resistente. Antes, es posible que se le hubiera vendido un
traje de doscientos dólares que empacaba en un maletín y, cuando se lo iba a
poner, estaba completamente arrugado. Ahora es preciso escuchar para así enterarse de cuáles son sus necesidades y eso implica
desarrollar una relación personal con él.
Un asesor puede vender un vestido
azul oscuro. Hasta puede vender una carretilla. Pero eso no es una
relación. Así pues, en este nuevo siglo la venta ha cambiado de transacciones a relaciones. Se ha
desplazado de una transacción de “¿Le
puedo ayudar?” a una en la que se
pregunta “¿El traje es para uso en la
oficina o para una ocasión especial?” usted está investigando una necesidad. La
idea es conocer a cada
cliente como si fuese un amigo, es preciso conocerlos muy bien. Y no me
refiero a las cosas obvias, sino a los detalles. No se puede permitir que un cliente que ha hecho compras cinco o seis veces en su tienda entre
y usted no recuerde su nombre. Imagine más bien cómo se sentiría usted si
llegara a un almacén y se le acercara el vendedor que lo atendió la vez anterior con una gran sonrisa y diciéndole “¿Cómo está, Fernando? Me
complace verlo de nuevo “. Mejor aún, imagine cómo se sentiría si enseguida
preguntara: “¿Cómo esta Mónica, y cómo están los pequeños Juan y David?” Y aún
mejor, que tal si luego dijera: “¿Cómo le ha ido con el traje azul de rayas que
nos compró en noviembre? Hace poco nos llegó un traje muy elegante, gris claro,
y tenemos uno de su tamaño. Talla 38”. Eso es lo que yo llamo conocer al
cliente. ¿Cuántos negocios se comportan
así todos los días?
Tome cualquier producto y haga el ensayo. ¿Acaso no le gustaría ir a un restaurante y descubrir que allí ya le conocen el gusto? Supongamos que usted
es abstemio. Entra al local y no tiene que explicar por enésima vez que no bebe
cada vez que le presentan la carta de vinos. Las personas que no beben detestan
eso. Así pues, el mesero le ofrece una Pepsi
o una Sprite o un té helado sin siquiera preguntarle. O en el restaurante saben
que le gustan las ensaladas de lechuga con rodajas de tomate y que el mesero
preguntara: “¿Le gustaría la ensalada de lechuga con rodajas de tomate como las que pidió la vez pasada?” Quedaría muy impresionado. Y quedaría
aún más impresionado si me dijeran: “ Sé que la última vez que estuvo aquí se sentó en la mesa siete, pero
creo que le gustaría más sentarse aquí junto a la ventana, en la mesa tres”. Las organizaciones
centradas en el cliente son más rentables. Por centradas en el cliente me
refiero a que el cliente es el centro
del universo. Todo gira alrededor de él. En todas partes se dice que el cliente
es importante, pero en la mayor parte de los negocios los hechos desmienten
esta afirmación. El poder de una filosofía centrada en el cliente, se deriva de
concentrar la organización completa y su enfoque en los clientes. Es imposible
centrarse en el cliente a menos que todos
los integrantes de la organización sientan pasión y entusiasmo por hacer clientes satisfechos a clientes extremadamente satisfechos. La realidad es que ya no bastan los clientes satisfechos para tener un negocio próspero. Estos clientes no son verdaderamente leales y desertarán con el menor pretexto. Sólo los clientes extremadamente satisfechos son genuinamente leales.
ANTES Y AHORA
ANTES Y AHORA
- De reactivo a proactivo.
- De transacciones a relaciones
- De clientes satisfechos a clientes muy satisfechos.
- De clientes muy satisfechos a clientes extremadamente satisfechos.
- De cumplir las expectativas a superar las expectativas.
- De vender a generar relaciones y experiencias memorables.
Conozca a sus clientes y ellos
regresarán una y otra vez.
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